martes, 17 de julio de 2012


El hombre en el espejo por Rudy Wiedmaier

En un ejemplar de las Selecciones del Reader Digest que encontré en el cajón de un viejo escritorio de mi casa natal, leí el primer cuento que conocí de Ray Bradbury: “  El ruido de un trueno ”, un relato acerca de unos sujetos en una sociedad futura, que contratan un safari-viaje en el tiempo para cazar dinosaurios. Pero algo parece alterarse irreversiblemente cuando uno de ellos, accidentalmente, pisa una mariposa antes de volver al futuro, un futuro que se verá siniestramente modificado por este suceso aparentemente insignificante. Aún recuerdo el impacto que tuvo sobre mí el desenlace de este cuento. Debo haberlo leído a la edad de ocho años y nunca olvidé el nombre del autor escrito en negrita bajo el título: “ por Ray Bradbury”.
Bradbury ( 1920 ), muere en su eterna California este Junio de 2012 en un futuro que  estremecedoramente anticipó sesenta años antes. El niño pobre de Illinois-que comenzó a escribir a los catorce años por la necesidad de continuar la saga de Tarzán, ya que no tenía dinero para seguir comprando los capítulos siguientes- como nos relata Jorge Teillier en un hermoso artículo acerca del escritor, “ Ray Bradbury, rebelde con causa ”, publicado en El Siglo en 1959,enfrenta el viaje definitivo y misterioso que a todos nos espera. El mismo poeta Teillier le dedica a Bradbury su ensoñado poema “ Cuando todos se vayan” (  a otros planetas ),de su libro Muertes y Maravillas ( 1972 )
La ciencia ficción como literatura, surge como un género “  menor ”, de revistas y pequeños libros de bolsillo, pero enfrenta y cuestiona, muchas veces, las convenciones e interpretaciones que la gran sociedad científica efectúa en una época determinada. Julio Verne -uno de los padres del género en el siglo 19- adelanta en sus novelas, cuestionando a su propia época, el desarrollo que la tecnología tendrá cien años después, avizora inventos y los males de la sociedad futura, su alienación y el alto desarrollo tecnológico que habrá pero con ausencia de emociones.
“  La robotización del hombre, la humanización de la máquina ”.
Podemos pensar entonces que  la visión profética que algunos de los más grandes escritores del género han construido en sus relatos, tiene mucho de verdadera pues no sólo señala los males de las respectivas épocas en que les tocó vivir a cada uno, sino que predice o parece predecir la alienación y el colapso de la humanidad en una sociedad futura. En eso coinciden casi todos.
¿ Qué visiones asaltan la mente de H.G. Wells ( 1866-1946 ) para escribir, por ejemplo, La Máquina del tiempo cuyo título original es Los Argonautas crónicos (otra vez, los viajeros ) para atreverse a decapitar de un plumazo las lógicas de la época victoriana – su época- y referirse, directamente, con esta novela a la lucha de clases?.
¿  Son acaso verdaderas las voces interiores, que señalaba  Philip K. Dick
( 1920-1982 ) escuchar, y que provenían de una deidad desconocida- VALIS- que lo utilizaba a él y a sus escritos como un canal de comunicación con la humanidad en los años 50 para prevenirnos del desastre ?. El mismo Dick - figura fundacional de la ciencia ficción policíaca, autor de la ucronía, la novela “ El hombre en el Castillo ” ( 1962 ) – y de la novela en la cual Ridley Scott  basó su filme “ Blade Runner : “ ¿ Sueñan los androides con ovejas eléctricas ? ”.Un escritor acosado por sus paranoias y exploraciones de  realidades paralelas, es quien adelanta certera y clarividentemente en sus cuentos y novelas, los rasgos paranoides de nuestra sociedad actual, hipertecnologizada y bajo el control de un estado policiaco que vigila y castiga.
Crecemos, de niños, esperando el encuentro con el futuro. Soñamos alguna vez, emocionados, con nuestras revistas ilustradas en las manos temblorosas, con un futuro galáctico, autos voladores y tecnología asombrosa que nos permitiría realizar lo imposible: nuestros deseos más profundos. La Era Espacial.
Allí estamos los niños de los años sesenta imaginando un mañana de asombro y lunas nuevas, mientras hipnotizados vemos el “ paso lunar ”,( su “ moon walking ” ) del astronauta Armstrong en blanco y negro por TVN ese verano del año 69, quizá en la Luna, quizá Arizona.
Como un doble de cada uno -un replicante  (  Blade Runner, 1982 )-  fuimos creciendo y cayendo a la vida, una y otra y otra vez como los astronautas perdidos en el espacio del relato de Bradbury, “Calidoscopio ”, que caen hacia un sol voraz, fuera de la nave, irremediablemente pero intercomunicados entre ellos aún, lo que les permite hablar durante la caída y dramáticamente, repasar sus respectivas vidas y sus lealtades de amigos y compañeros de trabajo.
El futuro que al fin llegó se parece a aquel con el que soñamos de niños. Pero al igual que en “Usher Dos”, cuento incluido en “Crónicas Marcianas ” ( 1950 ) y basado a su vez en el relato de E. Allan Poe, poeta tutelar de Bradbury, “ El hundimiento de la Casa Usher ”, éste no es el mismo futuro, los invitados a esta fiesta no son los verdaderos, sino réplicas robóticas de los reales- cita al “Museo de cera ”del mismo Poe- los verdaderos, de carne y hueso, uno a uno, son asesinados por el anfitrión y dueño de la mansión que se niega a aceptar que su lúgubre morada sea demolida por el Estado y se resiste a la noción de progreso que los burócratas han diseñado para la humanidad y el rumbo que la colonización terrícola en Marte debe tomar.
Nos parecemos tanto al futuro con el que soñamos pero, por supuesto, no es  igual. Algo salió mal en el viaje de regreso. Las utopías devinieron en tiranías. El siglo xx nos despojó brutalmente de nuestros sueños de post-guerra acerca de un nuevo comienzo. La sociedad de la injusticia, el dinero y las armas se instaló frente a nuestros ojos. Nuestros líderes de aquellos años de juventud y de lucha contra las dictaduras, ahora son serenos burócratas dedicados a administrar y mantener su sitio de poder político y beneficios personales. Los villanos, a su vez- el individualismo, la injusticia social, los ataques al medioambiente- mostraron su verdadero rostro pétreo y tecnocrático.  El planeta se deteriora, se altera y nos afecta. La guerra nos hiere. Tiembla y nos sentimos inseguros bajo un cielo amenazante.
Todo nos dice que ya no hay en qué creer. El fin del mundo está aquí.
El futuro llegó. Para quedarse y despojarnos del mañana.
“  La poesía no sirve para nada ”, nos dicen los dueños del planeta. Mientras tanto alimentan, demencialmente, la hoguera final con libros, canciones, solidaridades, amores y azucenas a la temperatura que arde el papel:
Fahrenheit 451”.( 1953 ).Pero nuestro espíritu sigue en la lucha, pleno de luz aún. El bien contra el mal.
Todavía los poetas visionarios siguen aquí, acompañándonos con sus relatos fantásticos, de asombro, poder, esperanza y videncia. Aferrados a los libros inexactos pero verdaderos, explorando el subconsciente y los reinos de la imaginación. Juntos parecen viajar hacia los confines del Universo: Verne y el Capitán Nemo, Wells en su máquina del tiempo, Bradbury recién llegado y de pic-nic de un millón de años, el afiebrado Dick solo en el castillo, Swift y su hermano grande Gulliver, Lewis Carrol  junto a su amada Alicia. Y nosotros los ciudadanos de la vida real, mientras tanto, cada mañana, antes de salir a las calles de la tecnocity, al trabajo o a buscar trabajo, nos decimos que será otro día en la Tierra, que ésta vez será diferente y que no estamos solos, que hay un mañana mejor y razones nobles por las cuales luchar aún. Que no está todo perdido, que el mundo no puede terminar. Que nuestros hijos nos esperan de vuelta a la noche.
Respiramos profundo y allí frente a nosotros, aparece un rostro conocido, amable pero ausente. Nos mira paciente y lejanamente como un pariente extraño, un cyborg  que nos alienta a seguir y seguir como si fuéramos inmortales. Allí lo veo, ahora mismo, mirándome desde el fondo del espejo con ojos de niño androide parado bajo la lluvia, mientras escucho a Michael cantar, dulce y ferozmente, “ The man in the mirror ” en la radio de un taxi que pasa por la ciudad vigilada.


jueves, 5 de julio de 2012

" Estación 77 " ( Rudy Wiedmaier ) un poema para Jorge Teillier en el 77 aniversario de su nacimiento


Estación 77 por Rudy Wiedmaier
                    ( a  Jorge Teillier en su natalicio 77 )

Cuando de niño
en mi pueblo natal
corría para ver pasar
el tren de las cinco
con una ilusión
de raíz y de destino
yo no sabía
que nuestros caminos
se cruzarían un día
y que su voz verdadera
se haría propia en mi canto

Yo no sabía, don Jorge
de sus dones y revelaciones
hasta que la vida
me mostró su gesto más noble
y al instante siguiente,
su costado doloroso

Y es que su canto simple
bruñido en la nostalgia
de avellanos, telescopios y susurros
me fue devolviendo, poco a poco
una parte de ese pueblo perdido,
de mi casa y de mis astros
que me fueron arrebatados para siempre
una oscura tarde
a la orilla del camino

¿ Quién es usted
Jorge Octavio Teillier ?
Poeta de la devoción
¿ Qué mágico secreto lleva,
que lo siguen los jóvenes, las Alicias y los conejos ?
como a un príncipe luminoso y desolado
que ya no espera recompensa

¿ Porqué me ha dado tanto
a cambio de casi nada ?
sé que harto lo he molestado ya
como si fuera un santo
con mis ruegos y quebrantos
cuando la tarde se oscurece
bajo un cielo tormentoso
cuando el alma se derrumba
y todo pierde su destino
a mi lado lo he sentido
como un viejo sabio amigo
invisible de apariencia
pero poderoso en el abrazo

Yo no sabía
don Jorge Teillier Sandoval
que la vida era tan breve
un destello de milagro
y luego el silencio incomprensible

¿ Y si vida y muerte fueran sólo una ilusión ?
el espejo y el reflejo conjurados
por algún confundido Dios
si fuera así,
nada podría impedir entonces
que nos pudiéramos reunir
mientras se suceden las preguntas
una a otra, sin respuesta
nada podría impedir
que yo afine una guitarra
que deje que el destino escoja
la página de algún libro suyo
que observe el vino tras la luz de la vela
como dos almas similares
que se necesitan
 mutuamente
como la música al poema
como el poema al misterio
Así, aparecerán las notas
que usted me irá dictando
con paciencia infinita
y generoso resplandor
desde el otro lado del espejo
ese lago del gran enigma
Aquí estoy, don Jorge Teillier Sandoval
como un tímido aprendiz
de catástrofes y júbilo
aquí estoy
Hábleme, hábleme por favor
Otra vez
aquí estoy esperando el viejo tren de las cinco
en el que viaja usted
aquí estoy con mi pobreza
y mis poderes intactos
sentado en el andén
en mitad del invierno
en la Estación 77
hábleme por favor,
otra vez
aquí lo espero
querido amigo
para seguir cantando
antes que llegue mi hora
y ya sea demasiado tarde






viernes, 8 de junio de 2012

“ EL PORTAL ” ( Rudy Wiedmaier )




“ EL PORTAL ” ( Rudy Wiedmaier )

 Hace años perdí lo más preciado:
el gesto de lo amado, las noches familiares,
el rito del hogar y el fuego del amor
con su crepitar inolvidable
éstos se esfumaron en mitad de la ciudad
como si no hubieran existido nunca
como si fueran espigas
de  estaciones ajenas
arrebatadas por un mago de lo maligno,
por el olvido y sus secuaces:
la soledad, el miedo y el desamparo

No dejaron vestigio alguno
de esa época preciada para mi
ni el calor de las horas fraternas
ni el olor de cocinas amables
ni el encuentro de las almas gemelas

Desde entonces, vago solo
por la misma ciudad
pero ésta me parece otra
como un doble de mi mismo
parecido pero insuficiente
de pedestal y de honra,
camino perdido entre ruinas
 de almacenes y callejones
los que, nebulosamente, percibo aún
como cercanos a mi
 debajo de condominios
y oficinas electrónicas
que sólo simulan la apariencia de lo real
pero que no pueden suplantar
la aurora de un tiempo irremplazable

Sé que ese lugar debe estar en alguna parte
lo he soñado y buscado incansablemente
durante treinta años los que, sin embargo,
para otros sólo son días
mas y menos

Debe estar la entrada  allí
en algún lugar de la city desconocida
sólo necesito una señal que me  acerque
al portal de las épocas
si fuera así, podría atravesarlo lentamente
confiado en que los sueños que tuve,
no eran un engaño de mis demonios
ni un consuelo de los ángeles absurdos
que dicen protegerme
pero que sólo parecen
querer confundirme
aún mas

Si encontrara la entrada
Podría recuperar los dones
Que, alguna vez, me fueron otorgados
y que no supe ver a tiempo:
las carcajadas de primavera
las noches buenas de mi madre
el oficio de mi padre ausente
y la luz de  mis amigos
muertos
en veranos atroces

Sólo necesito una pista
leve
pero de incandescencia absoluta
para hallar el portal
que se encuentra en alguna parte
no muy lejos de mi
y tan distante a la vez
como un personal Aleph

Si lo hallara,
me refiero al portal,
podría volver a ser
el que hubiera sido
si no me hubiera alejado tanto
 de mis ventanas primeras
y de mi puerta,
entreabierta,
pero aún cerrada

martes, 3 de abril de 2012

Un poemita para Chile ( por Rudy Wiedmaier )

“ Movimiento Telúrico ”  ( Por Rudy Wiedmaier )

A Carlos Espinoza
a Rodrigo Marquet
a Genaro Sandoval
a Nino García

Húndete Chile,
de una vez por todas
pais de larga incongruencia
y límites poco claros
Húndete, Chile
Aprovecha este temblor
De fin de mundo y predicciones
Aprovecha esta fiebre
De Apocalipsis Now
Y húndete ahora mesmo
Entre el mar que te acorrala
Y la cordillera que te encierra

Y húndete, de un solo derrumbe
En el abismo de tu indiferencia
En tus atropellos e injusticias
Húndete, mal nacido
Tú, que te crees tan buen patriota
Pero que nunca das la vida
Por los que, de verdad,
Son tus semejantes
Siempre escondes tu cara rancia
Detrás de ese humor de tonto pillo
Pero sólo es una humareda
Para ocultar el mohoso cuchillo
Ese que siempre se te asoma bajo el poncho
Cuando el tinto y la verdad
Finalmente, te delatan

Húndete, Chile
Si te creís tan chorito
País de rodeos y traicionero
Siempre abandonas a tus hermanos
En el camino de los desiertos
Así, ya te has farreado
Lo más noble de tus viñedos


Quiero que sepas, tonto leso
Que a mi no me harás la misma
Que le hiciste a mis amigos
De despreciarles su talento
Su resplandor y  poesía
Escucha, saco de peras
No me verás pidiendo aguita
Porque en mi sangre hay sangre guerrera
Que sobrevivió los derroteros
Y además que me protegen
Esos mismos que despreciaste
Ahora mismo aquí los veo
A mi lado, caminando
Como ángeles guardianes
Yo sé que en tu ceguera no los viste, cuando vivos
Menos ahora, que tus ojos y tu alma se han podrido

Húndete, perro huacho
Antes que el dueño y el milico
Te enseñen de la vieja forma
La que en el fondo mas te gusta
A ballonetas en la raja
Y sobornos en el alma

Húndete, falso Chile
Aprovecha el viejo juego renovado
De los políticos que juraron
En nombre de sus amigos muertos
Para sólo así armar su feudo
De traiciones y millones

Húndete, Chile Diablo
Antes que Dios se arrepienta
Y te libere de sus dones
Que son materia tan incierta

Húndete, Chile de terno
De una vez y por todas
Tu, que tan inglés te crees
Y que al indígena desprecias
Porque en sus ojos ves tu espejo
Y el reflejo de tus miedos

Húndete, conchetupadre
Antes que la madre tierra
Te deshaga la soberbia
De un plumazo de Holocausto
De horror y de belleza

Húndete, Chilestropajo
De una vez y sin dudarlo
Para que, de ese derrumbe,
Y en un solo movimiento
Surjan nietos y gusanos
Que vendrán a recordarnos
Lo que fuimos algún día
Si es que fuimos otra cosa
Antes de perder el rastro
Entre cercos y villanos
Entre el sueldo y la miseria

Sólo así serás nuevamente digno
De los hijos crucificados
De los que dieron su vida
Su amor y su paciencia
No para este sucio escarnio
Sino para renacer
Un día.




domingo, 12 de febrero de 2012

" Un casette verde " artículo sobre Spìnetta ( por Rudy Wiedmaier )

“ Un casette verde ”  ( por Rudy Wiedmaier )
 a Luis Alberto Spinetta
El verano de 1970 fue muy caluroso, el país se preparaba para las elecciones presidenciales que acontecerían ese año y cuyo resultado- el triunfo de Allende-cambiaría nuestra historia y destinos personales. Ese verano “naranja”, con siete años de edad, me entretenía jugando fútbol, leyendo muchas revistas y haciéndome tatuajes con la revista Condorito y jugo de naranja. Al parecer, la tinta que usaban, sólo para esa revista y ninguna otra, permitía que los dibujos se traspasaran a la piel al contacto con el jugo, sólo de naranja, con limón no resultaba, lo intenté. Vivía en la localidad de Calle Larga, cerca de la ciudad de Los Andes y con frecuencia ese verano, cruzaban vehículos con patente argentina por la carretera. El intercambio con Argentina, como zona fronteriza era permanente. Una de esas tarde escuché un tema en la radio local que me llamó la atención,  retuve algunos fragmentos de la melodía y de la letra acerca de una muchacha. Y me encantó el nombre del grupo: Almendra. Como las que yo partía con una piedra, cada tarde, en el corredor de la casa natal. Una   certera metáfora de la vida, del esfuerzo por conseguir el fruto de los días, a partir del trabajo, la perseverancia y por supuesto, sin romperse un dedo.
Luego escuché un tema de otro grupo con un nombre que me dio risa: Los Gatos. Y la historia que relataba la canción me extrañó mas aún, hablaba acerca de una “ chica del paraguas ”.Mis hermanos mayores comenzaban a vivir su juventud al igual que algunos primos, se hablaba del cáñamo de Los Andes, de la discoteque Topsy en Reñaca, de los hippies, en fin… de todo un mundo que ocurría a mi alrededor, que me intrigaba, pero al que no podía acceder porque, finalmente, yo sólo era un niño de siete años. Una canción  se me quedó pegada al oído, una que cantaba Leonardo Favio :
Para saber cómo es la soledad, tendrás que ver cuando un amigo no está ”, años después, la vida me permitió conocer al autor de ese tema, que para mí tenía nombre de flecha:  Spinetta.

Spinetta ha muerto este 2012. Pasaron cuarenta y dos años desde aquel verano en flor, pasaron vidas y canciones, amores y dolores, luces y sombras de un continente herido. Pasaron generaciones, hijos, madres, abuelos. Vecinos y atardeceres. Olvidos y desamores, almacenes de barrio que cerraron. Y en esa esquina, luego una frutería, después un lavaseco y posteriormente un local de Loto. Y finalmente, el incendio. Pasaron desaparecidos y dictadores y la persistente memoria de los que amamos, que se niega a olvidar y nos sigue recordando que no los olvidemos. Spinetta ha muerto, pero sigue su luz, como esas estrellas que se apagan en el Universo y cuya energía continúa viajando hasta nuestros ojos.
El año 76- ya en plena dictadura, estamos viviendo con mi familia en Santiago, en las torres del barrio República con Blanco Encalada-con trece años de edad, me las ingenio para buscar en el dial  aquella música que sé, es la que me interesa, me interpreta, me emociona. No es fácil, mucha balada española y anglo. Pero  hay alguien que se llama “ Pirincho ” Cárcamo, que toca en sus programas el buen rock de esa época, en mi opinión, el mejor de todas las épocas. Descubriré en mis pesquisas adolescentes que él tiene un espacio de media hora, en un pequeño canal de TV de Valparaíso, donde muestra presentaciones en vivo de los grandes grupos de los años setenta. Conoceré a Bachman Turner Overdrive, a Ted Nuggent, a Kansas, a Manfred Mann Earth Band, a Yes, a ELO, a Tom Petty  y a tantos más...Y  descubriré también, que existe rock en Chile y Argentina. Que algo parecido ocurre acá cerca, que hay otros que vibran con esa música y con esos colores, que hay otros que no quieren mas baladas aburridas, que hay rock, probablemente, a la vuelta de la esquina, acá en el barrio.

 Inicio, entonces, una búsqueda que aún continúa.

Mi hermano Carlos se va a estudiar arquitectura a Argentina y en una de sus visitas a Chile el año 77, 78 me trae una revista “ Expreso Imaginario ” y un casette verde Sony, que ha grabado de la radio y me dice: “ Grabé algunos temas que, a lo mejor,te gustan ”.Presiono play en nuestra primera radiocasette, recién adquirida, y entre comerciales y voces típicamente argentinas, surge un tema: “las manos de Fermín giran y él también, gira y dá más vueltas  ”.Es un tema de Almendra, y luego otros más, como “ Julia ”
 (  Por probar el vino y el agua salada ) de La Máquina de hacer pájaros, que me sorprenderán, emocionarán y cambiarán el curso de las cosas, finalmente. Recuerdo que ese casette me acompañó varios años, en Chile era casi imposible conseguir esa música, de hecho, muy pocos la conocían. Suena increíble hoy en día, pero les aseguro que así fue: el rock en castellano era prácticamente desconocido. Los grandes grupos chilenos de la época, Tumulto, Arena Movediza, Millantún, Turba Multa entre otros…no tenían posibilidades de difusión. Tocaban en el circuito de gimnasios comunales solamente, en San Miguel o en la  Klimax, cerca de mi casa, en la plaza Manuel Rodríguez. O en el Estadio Chile. Y de Argentina no se conocía nada aún en Chile.
Recupero una vieja guitarra que  estaba en mi casa y le cambio las cuerdas nylon por metálicas. Empiezo a tratar de tocar, por mi cuenta. Un amigo me dice que conoce unos flacos de Cerrillos que están armando un grupo, me da las coordenadas. Un día en la tarde decido partir a buscarlos, es el año 79.
Preguntando, llego hasta una casa donde se oye una batería, es la casa de los hermanos Olivares, conoceré a Mauricio quien armará posteriormente Generaciones , el grupo del que sale UPA, al Fredy, a Pato Ponce. Me reciben cordialmente, luego me llevarán a la casa de otro amigo: Iván Delgado, quién fundará años más tarde La Ley. Hablan de un amigo guitarrista de Cerrillos, al parecer muy talentoso, se llama Kiuge. Hoy en día, es el actual guitarrista de Charly y su mano derecha, hace años ya. Conoceré a Pato Reyes, quien será mi mejor amigo de esos años, él me prestará casettes de rock argentino, conoceré la música de Porchetto, de Gieco, Pescado Rabioso, Vox Dei…el mundo se abrirá frente a mi, a los dulces 16, 17 años. Empiezo a sentir entonces, que formo parte de un grupo de iniciados, nos sentimos superiores en algún sentido, al resto de nuestra generación, que no cachan nada de lo que si conocemos nosotros. Ellos están en la onda disco, chapurreando letras en un inglés que no comprenden, queriendo parecer algo que no son, imitando pasos de baile ridículos. Nosotros, compartiendo un mundo de imaginería, poesía y rock del sur, que nos refleja interpreta y conmociona.” Vamos al mar en un buen Cadillac, frutillas, rosas y champagne Mallard ”, canta Charly en un rock desenfrenado, que escucharemos aquellos veranos. “ Todas las hojas son del viento ” canta el Flaco, mientras vivimos nuestros primeros amores inolvidables.
Y luego, esos años se esfumarán, flotarán en el viento de otoño y desparecerán frente a nuestros ojos sin que podamos evitarlo. Pero las canciones quedan como aliados eternos y cada vez que volvemos a oírlas, nos llenan de un gozo inicial, como la primera vez,  haciéndonos recuperar ese aliento primordial de caminatas y charlas nocturnas, de grupo de amigos, de amores  de primavera, de fraternidad iniciática,  guitarras soñadas y primeros pitos.

Grabaré mis primeros temas a comienzos de los ochenta, logrando alguna notoriedad al interior del Canto Nuevo, serán años de lucha  contra la Dictadura, tocaré en cientos de lugares en todo Chile, conoceré amores, músicos y gente diversa, serán años  emocionantemente difíciles, los de la juventud, años de dolor y pasión. Nunca la canción de protesta me interesó. Algunos músicos del Canto Nuevo me parecían aburridos y tristes, si bien mi opción siempre fue clara en contra de los milicos y a no venderme a la televisión oficialista, me parecía que existía un anquilosamiento en ámbitos del Canto Nuevo. A mi me gustaba la energía del rock y decir las cosas que se necesitaba decir, pero siempre con fuerza y un halo poético en torno. Y la música del Flaco, su poesía, empezaron a ser un espacio de refugio imprescindible para mí, ante tanta mierda circundante. El disco Bajo Belgrano ( 1982 ) fue una obra esencial de imaginería poética y barrial que resumía lo cotidiano y al mismo tiempo lo trascendente, con historias y personajes cercanos y extraños a la vez. Era la gente de tu calle y el surrealismo, al mismo tiempo. Una síntesis de genialidad pura en la obra de Spinetta: “ Bajo Belgrano, amor ascendente ”.

A fines de los ochenta grabé para el sello EMI mi disco “ Amor Grisú ”, con Carlos Corales en las guitarras y Hugo Moraga en la producción musical. Ese mismo año, el 89, conocí a Spinetta en persona. Cristián Rosemary, que conducía un programa en radio Universidad de Chile, “ Musiclaje ”, me pidió que lo entrevistara, así que fui hasta un hotel en plena Alameda con San Antonio, acompañado por mi amiga Luz Croxatto y charlamos, entre al asombro y la admiración, con un eléctrico Spinetta en zapatillas. Lo habíamos esperado un rato, ya que aún no había llegado pues se encontraba con Pablo Herrera, que lo había pasado a buscar al hotel y lo había invitado a su casa en El Arrayán. A los pocos minutos apareció. No podía yo creer en el ascensor que me encontraba con aquel músico que admiraba desde mi temprana adolescencia, al lado mío. Inmediatamente supimos de su fino sentido del humor cuando le pregunté acerca de Pablo y me dijo: “ Si, loco, muy buena onda él, me mostró sus temas. Me voy a venir a vivir a Chile y haremos un dúo, se llamará Sui Géneris ”. Al rato quise saber cómo se encontraba en nuestro país y mirando desde el hall del segundo piso del hotel hacia una Alameda repleta de vendedores vociferantes de baratijas chinas, me dijo:
“ Bien, loco, estoy feliz aquí en Honk Kong ”.Recuerdo que en esa charla, hablamos mucho acerca del disco que venía a presentar al Café del Cerro, esa joya llamada “ Tester de Violencia ” inspirada en lecturas de los filósofos contemporáneos  Foucault y Deleuze. Esa misma ocasión, en un encuentro con él, en el Café del Cerro y algunos músicos chilenos invitados, se extendió acerca de su visión de la música como fenómeno cultural en la historia del hombre, citó a John Cage y aceptó, sin quejarse, un par de pesadeces de Moraga -como es su costumbre - en relación a una supuesta influencia de Gino Vanelli. Después Spinetta le preguntó a Pablo, en privado, quien era ese músico que había tenido esa actitud un tanto agressor con él. Quién iba a pensar en ese momento, que los hijos respectivos de ambos -Dante y C-Funk-terminarían siendo amigos cuando crecieran y se dedicaran a la música.

El año 1991 mientras grababa mi disco “ Los Ghettos matan ” en Estudios Procor, con una serie de invitados ilustres del rock chileno, conocí al director de fotografía Gabriel del Carril, con quien nos hicimos muy amigos. Compartíamos la pasión por el buen rock y largas fueron las jornadas escuchando discos históricos y compartiendo anécdotas e historias. Gabriel había sido fotógrafo de las sesiones del disco “ Bajo Belgrano ” y fotógrafo de la “ Expreso ”, curiosamente, la misma revista de culto que mi hermano me había traído de regalo de Argentina el año 77.Gabriel ya era amigo cercano de Luis, Charly y Cerati. Con Gabriel, nos hicimos bien inseparables ese tiempo.
Al año siguiente, radio Futuro trajo a Spinetta a dar un concierto al Teatro California en Avda. Irarrázabal.  Era un día viernes y por esas cosas de la vida, yo tocaba en La Batuta, el jueves. Gabriel, me dijo: “ Rudy, haré lo posible por llevar a Luis a tu show ”. Ese jueves en la noche no había mucha gente en La Batuta, por supuesto los dueños del local, entre ellos el Galva -que años después señaló al diario El Mercurio que esa noche había sido una de las históricas de La Batuta- no estaban muy contentos con el poco público, como suele ocurrir con los dueños de bares que cuando llenas, te tratan bien, y cuando no, no te dan ni una cerveza y andan de mala cara, así que el ambiente esa noche, antes del show no era muy agradable. En el fondo, el rock les importa una raja, sólo quieren ganar, siempre ganar plata, nada más aunque digan lo contrario.
De pronto, mientras afinaba mi guitarra, solo en el camarín, sentí  movimientos afuera y una conmoción fuerte, pasos rápidos y voces…El Galva aparece en la puerta del camarín muy alterado y me dice: “ Rudy, llegó Spinetta, hueón…Spinetta ”.Me reí por dentro, pues de un momento a otro todo cambió…Pensé: “ Gabriel… la hizo ”.Estaba en eso, cuando de pronto entra Luis solo y rápidamente, me abraza y ante mi estupefacción me dá un beso en  cada mejilla y me dice: “ Merde, merde, loco…vinimos ” y sale. Casi me pongo a llorar de emoción.
El tecladista de esa banda, muy talentoso, y a quien yo había dado la oportunidad de tocar, pese a su juventud y falta de experiencia, tenía 13 o 14 años, no más, se llamaba Cristián Moraga y fue conocido años después en el medio, bajo el seudónimo de C-Funk, cantante y guitarrista de Los Tetas. El guitarrista de mi banda esa noche era Gamal Eltit, guitarrista de Dorso, la banda del Pera Cuadra. Esa noche memorable aprendí una lección fundamental de mi vida: que en este medio del rock, te respetan, no por tu música sino por lo que representas, esa noche después de que todos los de La Batuta estaban molestos conmigo por el poco público, pasé a ser- de un momento a otro-el “ amigo ” de Spinetta. Por supuesto, la cerveza no me fue negada, al contrario. Al final del show, le dije a Luis si quería carretear con nosotros y me dijo categóricamente: “ No, loco, mañana tengo concierto ”, me dio un abrazo, me dijo: “ me encantó, muy eléctrico ” y se marchó. Esa noche aprendí algo que siempre trato de respetar: la noche anterior a un show no se carretea. Puedo decir, con orgullo, que aquello, me lo enseñó el Flaco.

No lo volví a ver hasta el año 97.Supe que se encontraba en Chile y que habría un encuentro con músicos y periodistas en la Escuela Moderna de Música. Ya lo conocía más gente acá. La expectación era mayor y el reconocimiento también. Una nueva generación de músicos y estudiantes de música quiere saber acerca de Luis. El auditorio de la Escuela está repleto. Llego atrasado y veo que me hace una pequeña seña con la mano desde el podio que han instalado, mientras habla. Me ha visto entrar. Lo acompañan los “ Socios del desierto”: Marcelo Torres y el “ Tuerto”  Wirtz. Hacia el final del encuentro, Camilo Salinas le pregunta qué músicos de Chile destacaría y el Flaco bromeando conmigo, en un código secreto, señala: “… hay uno de apellido alemán que me gustó mucho, lo ví en La Batuta, Wiedmaier…ése ”.Recuerdo que el Rafa Guíñez me gritaba : “  erís vos…hueón, erís vos…”.

Pasaron los años cada vez con mayor velocidad. ¿Será el precio de envejecer?,
me pregunto ésto, mientras voy a Cerro Navia, a visitar, un día del 2005, a mi buen amigo Carlos Espinoza, orfebre, técnico en sonido, bajista y  spinettiano histórico . Estaremos gran parte de la tarde revisando en el Youtube, temas de distintas épocas de Luis, de Almendra, Pescado Rabioso, Inivisible, y Jade. Carlos conoce datos y detalles muy precisos, eso que llaman ahora los periodistas de espectáculos, “ la trivia ”. Carlos vende sus réplicas de la Gaviota del Festival en Viña todos los fines de semana. Se entera un día que  Spinetta tocará en el Municipal de esa ciudad. Cuando va a comprar la entrada, le dicen que teloneará un músico chileno, pero no saben su nombre. Ocurre que soy yo y Carlos no lo sabe. Estoy mal, mi hijo de nueve años se va a vivir a España en un par de días. Viajo en el bus de la comitiva del Flaco con mi hijo pequeño un día domingo rumbo a Viña. Luis sólo tiene atenciones para él. Se dispone un camarín para mi, con un catering abundante. Mi amigo Ronald Gallardo viaja desde Santiago, cuando se entera, para presentar mi modesto teloneo. Alguien, ántes del show pregunta por mí en la boletería. Salgo a la calle y es Carlos: “ Hueón…cómo no me avisaste ”, me dice.
“ Disculpa, hermano, ando en otra ”, le respondo. Nos vamos a comer un sándwich los cuatro: Carlos, Ronald, mi hijo Manuel y yo. Será una jornada  inolvidable. Mientras toco, me gritan desde las localidades más económicas, desde la  galería: “ Buena… Rudy ¡¡¡ ”. Decido volver esa noche a Santiago, aún cuando hay una habitación para mi en el Hotel Ohiggins. Estoy demasiado triste.

No veré al Flaco hasta Junio del 2011 y a mi hijo, hasta el 2009.
Supe por mi amigo, el actor Rodrigo Peralta, que Luis cuando vino al Festival El Abrazo, el 2010, nuevamente habló bien de mi y mi música, delante de varios de mis colegas. Otro gran gesto que tuvo conmigo y que no merezco.
Con Carlos, nos seguimos encontrando religiosamente, éstos años, cada semana en su casa, para escuchar buen rock y especialmente los últimos discos de Spinetta.
Carlos anda mal de salud, algunos problemas que no me quiere contar.
Un día me comenta: “… ¿ te imaginai, cuando se muera Spinetta ?, va a quedar la mansa cagada en Argentina…” y tenías toda la razón, amigo, fue tal cual como tú lo anticipaste, sólo que no contábamos con que tú, amigo del alma, querido Carlos, morirías primero, ese terrible 29 de marzo del 2011, dejándome en ésta soledad implacable, fría como un puñal y que no puedo derrotar aún.

La última vez que ví a Luis fue breve, a la entrada del Nescafé de las Artes en junio pasado. Con Gabriel del Carril, su hijo Pedro, mi hijo Manuel , que estaba en Chile nuevamente, y Jaime Piña de revista La Noche lo saludamos esa tarde. Le regalé mi último disco, “ Los trenes de la noche ”, poemas de Jorge Teillier que musicalicé. Lo noté amable pero ausente. Entró rápido al teatro ya que lo estaban empezando a atosigar ciertos curiosos presentes. Pedro del Carril y mi hijo Manuel Wiedmaier son amigos, se quedaron a la prueba de sonido, al show y luego en camarines. Tengo entendido que, como buenos adolescentes quinceañeros, se comieron gran parte del catering incitados por el mismo Flaco con su habitual generosidad.

Son las cuatro de la tarde de este 8 de febrero de un verano atroz. Me encuentro en Pudahuel en la casa de mi amigo, el negro Iván, para planear unos videos juntos, acerca de mi trabajo con la poesía de Teillier. Suena mi celular. Es mi amigo Fito, no es Páez, me dice: “ malas noticias, murió el Flaco ”.Todo cambia. La luz es la misma, el sonido persiste pero todo cambia de un instante a otro. El atardecer que observé tantas veces en éstos mismos barrios, con mi amigo Carlos escuchando algún tema del Flaco, bebiendo una cerveza, en silencio, ya se insinúa, es parecido a tantas otras veces, a tantos otros veranos. Pero sé, implacablemente, que nunca será el mismo atardecer. Ayer, 7 de febrero, he ido a dejar a mi hijo al aeropuerto, regresa a España, ya es un jóven guitarrista.
Es alto, flaco y de dedos largos. Tiene 15 años y sueña con músicas y músicas como afiebrado y sueña con un futuro. Lo vi con su guitarra al hombro, hacerme una seña antes de desparecer en el Terminal rumbo a su destino. No sé cuándo lo volveré a ver.
Recuerdo la última palabra que le escuché a Luis, cuando le regalé el disco de Teillier
“ Gracias ”- me dijo. Qué ironía, las gracias se las debemos nosotros, todos aquellos músicos que aprendimos tanto de su música y su arte.Mientras escribo, pienso que la vida es un misterio que no lograremos descifrar nunca. Pienso que tuve la fortuna de conocer a un ser de luz que nos seguirá iluminando con su arte y que, cuando me sienta triste, como ahora, pondré un tema del Flaco, recordaré a mis amigos que ya partieron, beberé un trago en honor a ellos y rogando por mis hijos Aurora y Manuel , lucharé y rezaré, rezaré y rezaré… hasta que  llegue mi momento de dormir para siempre.