El hombre
en el espejo por Rudy Wiedmaier
En
un ejemplar de las Selecciones del Reader
Digest que encontré en el cajón de un viejo escritorio de mi casa natal,
leí el primer cuento que conocí de Ray
Bradbury: “ El ruido de un trueno ”, un relato acerca de unos sujetos en
una sociedad futura, que contratan un safari-viaje en el tiempo para cazar
dinosaurios. Pero algo parece alterarse irreversiblemente cuando uno de ellos,
accidentalmente, pisa una mariposa antes de volver al futuro, un futuro que se
verá siniestramente modificado por este suceso aparentemente insignificante.
Aún recuerdo el impacto que tuvo sobre mí el desenlace de este cuento. Debo
haberlo leído a la edad de ocho años y nunca olvidé el nombre del autor escrito
en negrita bajo el título: “ por Ray Bradbury”.
Bradbury ( 1920 ), muere en su eterna
California este Junio de 2012 en un futuro que estremecedoramente anticipó sesenta años antes.
El niño pobre de Illinois-que comenzó a escribir a los catorce años por la
necesidad de continuar la saga de Tarzán,
ya que no tenía dinero para seguir comprando los capítulos siguientes- como nos
relata Jorge Teillier en un hermoso artículo
acerca del escritor, “ Ray Bradbury, rebelde
con causa ”, publicado en El Siglo
en 1959,enfrenta el viaje definitivo y misterioso que a todos nos espera. El
mismo poeta Teillier le dedica a Bradbury su ensoñado poema “ Cuando todos se vayan” ( a otros planetas ),de su libro Muertes y Maravillas ( 1972 )
La
ciencia ficción como literatura, surge como un género “ menor ”, de revistas y pequeños libros de
bolsillo, pero enfrenta y cuestiona, muchas veces, las convenciones e
interpretaciones que la gran sociedad científica efectúa en una época
determinada. Julio Verne -uno de los
padres del género en el siglo 19- adelanta en sus novelas, cuestionando a su
propia época, el desarrollo que la tecnología tendrá cien años después, avizora
inventos y los males de la sociedad futura, su alienación y el alto desarrollo
tecnológico que habrá pero con ausencia de emociones.
“ La robotización
del hombre, la humanización de la máquina ”.
Podemos
pensar entonces que la visión profética
que algunos de los más grandes escritores del género han construido en sus
relatos, tiene mucho de verdadera pues no sólo señala los males de las respectivas
épocas en que les tocó vivir a cada uno, sino que predice o parece predecir la
alienación y el colapso de la humanidad en una sociedad futura. En eso
coinciden casi todos.
¿
Qué visiones asaltan la mente de H.G.
Wells ( 1866-1946 ) para escribir, por ejemplo, La
Máquina del tiempo
cuyo título original es Los Argonautas
crónicos (otra vez, los viajeros ) para atreverse a decapitar de un plumazo
las lógicas de la época victoriana – su época- y referirse, directamente, con
esta novela a la lucha de clases?.
¿
Son acaso verdaderas las voces
interiores, que señalaba Philip K. Dick
(
1920-1982 ) escuchar, y que provenían de una deidad desconocida- VALIS- que lo utilizaba a él y a sus
escritos como un canal de comunicación con la humanidad en los años 50 para
prevenirnos del desastre ?. El mismo Dick
- figura fundacional de la ciencia ficción policíaca, autor de la ucronía,
la novela “ El hombre en el Castillo ”
( 1962 ) – y de la novela en la cual Ridley
Scott basó su filme “ Blade Runner : “ ¿ Sueñan los androides
con ovejas eléctricas ? ”.Un escritor acosado por sus paranoias y
exploraciones de realidades paralelas,
es quien adelanta certera y clarividentemente en sus cuentos y novelas, los
rasgos paranoides de nuestra sociedad actual, hipertecnologizada y bajo el
control de un estado policiaco que vigila y castiga.
Crecemos,
de niños, esperando el encuentro con
el futuro. Soñamos alguna vez, emocionados, con nuestras revistas ilustradas en
las manos temblorosas, con un futuro galáctico, autos voladores y tecnología
asombrosa que nos permitiría realizar lo imposible: nuestros deseos más
profundos. La Era
Espacial.
Allí
estamos los niños de los años sesenta imaginando un mañana de asombro y lunas
nuevas, mientras hipnotizados vemos el “
paso lunar ”,( su “ moon walking ” ) del astronauta Armstrong en blanco y negro por TVN ese verano del año 69, quizá en
la Luna , quizá
Arizona.
Como
un doble de cada uno -un replicante ( Blade Runner,
1982 )- fuimos creciendo y cayendo a la
vida, una y otra y otra vez como los astronautas perdidos en el espacio del
relato de Bradbury, “Calidoscopio ”, que caen hacia un sol voraz,
fuera de la nave, irremediablemente pero intercomunicados entre ellos aún, lo
que les permite hablar durante la caída y dramáticamente, repasar sus respectivas
vidas y sus lealtades de amigos y compañeros de trabajo.
El
futuro que al fin llegó se parece a aquel con el que soñamos de niños. Pero al
igual que en “Usher Dos”, cuento
incluido en “Crónicas Marcianas ” (
1950 ) y basado a su vez en el relato de E.
Allan Poe, poeta tutelar de Bradbury,
“ El hundimiento de la
Casa Usher
”, éste no es el mismo futuro, los
invitados a esta fiesta no son los verdaderos, sino réplicas robóticas de los
reales- cita al “Museo de cera ”del
mismo Poe- los verdaderos, de carne y hueso, uno a uno,
son asesinados por el anfitrión y dueño de la mansión que se niega a aceptar que
su lúgubre morada sea demolida por el Estado y se resiste a la noción de
progreso que los burócratas han diseñado para la humanidad y el rumbo que la
colonización terrícola en Marte debe tomar.
Nos
parecemos tanto al futuro con el que soñamos pero, por supuesto, no es igual. Algo salió mal en el viaje de regreso. Las
utopías devinieron en tiranías. El siglo xx
nos despojó brutalmente de nuestros sueños de post-guerra acerca de un nuevo
comienzo. La sociedad de la injusticia, el dinero y las armas se instaló frente
a nuestros ojos. Nuestros líderes de aquellos años de juventud y de lucha
contra las dictaduras, ahora son serenos burócratas dedicados a administrar y
mantener su sitio de poder político y beneficios personales. Los villanos, a su
vez- el individualismo, la injusticia social, los ataques al medioambiente-
mostraron su verdadero rostro pétreo y tecnocrático. El planeta se deteriora, se altera y nos afecta.
La guerra nos hiere. Tiembla y nos sentimos inseguros bajo un cielo amenazante.
Todo
nos dice que ya no hay en qué creer. El fin del mundo está aquí.
El
futuro llegó. Para quedarse y despojarnos del mañana.
“ La poesía no sirve para nada ”, nos dicen los dueños
del planeta. Mientras tanto alimentan, demencialmente, la hoguera final con
libros, canciones, solidaridades, amores y azucenas a la temperatura que arde
el papel:
“
Fahrenheit 451” .( 1953 ).Pero nuestro
espíritu sigue en la lucha, pleno de luz aún. El bien contra el mal.
Todavía
los poetas visionarios siguen aquí, acompañándonos con sus relatos fantásticos,
de asombro, poder, esperanza y videncia. Aferrados a los libros inexactos pero
verdaderos, explorando el subconsciente y los reinos de la imaginación. Juntos
parecen viajar hacia los confines del Universo: Verne y el Capitán Nemo,
Wells en su máquina del tiempo, Bradbury recién llegado y de pic-nic de un millón de años, el
afiebrado Dick solo en el castillo, Swift y su hermano grande Gulliver,
Lewis Carrol junto a su amada Alicia. Y nosotros los ciudadanos de la vida real, mientras tanto, cada mañana, antes de salir a las calles
de la tecnocity, al trabajo o a
buscar trabajo, nos decimos que será otro día en la Tierra ,
que ésta vez será diferente y que no estamos solos, que hay un mañana mejor y
razones nobles por las cuales luchar aún. Que no está todo perdido, que el mundo no puede terminar. Que
nuestros hijos nos esperan de vuelta a la noche.
Respiramos
profundo y allí frente a nosotros, aparece un rostro conocido, amable pero
ausente. Nos mira paciente y lejanamente como un pariente extraño, un cyborg que nos alienta a seguir y seguir como si
fuéramos inmortales. Allí lo veo, ahora mismo, mirándome desde el fondo del
espejo con ojos de niño androide parado bajo la lluvia, mientras escucho a Michael cantar, dulce y ferozmente, “ The man in the mirror ” en la radio de
un taxi que pasa por la ciudad vigilada.
Excelente artículo de la novela o genero de anticipación... agregaría a tu lista Tumithak de los corredores Charles R. Tanner (1932).
ResponderEliminarMis respetos Rudy