El niño que sobrevivió ( por Rudy Wiedmaier )
Primavera 2010, la navidad se acerca, fluye el torrente sanguíneo en la luz de los años. Las familias se reúnen, se separan, se odian y se aman, sin saber muy bien porqué.
Y en este recodo del camino nos encontramos otra vez.
Asidos a lo frágil de la vida y también a la fortaleza que nos mantiene en pié: nuestros afectos. Como un ciego aferrado a su bastón de ruta, la brújula imprescindible que late en el puño de la mano como si fuera un corazón primario y fundamental de las horas, la vía y la vida.
Soy un ciego otra vez, persiguiendo palabras en el papel vacío, balbuceando en silencio una oración que me proteja y que proteja a los que amo y necesito, mis hijos, la mujer que quiero, familia, amigos …como si se acercara una revelación de la que nadie habla, pero que todos intuyen, respetan y temen en silencio.
Recuerdo ahora otras navidades; mi casa natal, aquella en la que nací y en la que viví, en Til-til, en mi infancia suprema.
Siento tan lejos aquellos momentos ahora, pienso que en la noche de los tiempos se pierden aquellas noches buenas y trato de aferrarme a esos recuerdos que, como pequeños pantallazos de luz, emergen en la memoria con olor a pino y sacramento. Mi padre subido al techo moviendo la antena de la TV para poder ver un cuento de navidad y nosotros gritándole: “ ahí, ahí !!!.Pan de pascua repartido equitativamente en la modesta mesa familiar; mesa que ya no existe, sólo sobrevive en la memoria. Pero otra mesa aguarda por mi ahora, ésta vez yo en la cabecera, es aquella que debo levantar, llenar y hacer que brille cada día y en especial la nochebuena. Porque más allá de lo que se ha construido malévolamente en torno a la navidad, éste es un momento que contiene magia y amor, dolor y penumbra: un reflejo prístino de la vida misma. Y donde estén los niños, siempre habrá magia
y luz, aún en la precariedad del mundo real. Mis hijos esperan ansiosos éste jueves que se aproxima: iremos al cine, en un rito que se repite cada cierto tiempo desde que eran muy pequeños. Se estrena una parte más de su saga favorita:
“ Harry Potter y las reliquias de la muerte ” y yo también estoy ansioso. Es como si volviera a latir el corazón de la edad primaria y fundacional. Desde que eran muy pequeños, la historia del aprendiz de hechicero, del
“ niño que sobrevivió ” los ha acompañado en su crecimiento y a nosotros como familia también. La obra monumental de J. K. Rowling, surgida de la influencia de autores fundamentales como C. S Lewis, J. R. Tolkien y Lewis Carrol entre otros, es una reflexión muy profunda e inspirada acerca de la lucha entre el bien y el mal, acerca del mundo poético y el mundo trivial, acerca de la diferencia entre las personas y su percepción de la realidad y los sucesos que nos rodean y nos definen. La diferencia entre seres mágicos y
“ muggles ”, gente sin magia. Citando al poeta Teillier:
“ una lámpara no es lo mismo para un fabricante de lámparas que para un poeta ”.Aún cuando un fabricante de lámparas también puede transformarse en poeta, es decir, desde lo cotidiano alquimizar su realidad más próxima y ascender espiritualmente a un estado de desarrollo más elevado y de creación superior: un artesano, por ejemplo. Esa la batalla entre el bien y el mal de cada día, entre la bajeza y la superación. Y lo magistral de Rowling es que expresa en su obra ésta confrontación eterna como parte de un todo y no como esferas separadas. Harry y “ aquel que no se puede nombrar ” están enfrentados y unidos en ésta lucha, algo de cada uno vive en el otro. No son entes separados : la luz y la oscuridad están en cada instante en todos nosotros. El dilema ético está dado no por nuestra naturaleza, sino por la dimensión espiritual de nuestras decisiones y actos de cada momento. “ Un hombre debe ser íntegro hasta en la profundidad de la noche ” reza el proverbio. Me emociona ver cómo mis hijos y los hijos de mis amigos han ido creciendo como los maravillosos chicos de la película y, a la vez, me duele en el alma ver cómo nuestros padres y abuelos se marchitan lentamente como flores desgarradas por el tiempo. Es la ley inexorable de la vida y la muerte. Un amigo me cuenta de su padre enfermo, adivino una tristeza de nieve en sus ojos y que intenta disimular, él no sabe que vengo de la casa de reposo en la que está mi madre y que mi pena late debajo de éstos lentes absurdos que ahora necesito para escribir y escribir. Trato de darle ánimo pero, en el fondo, las palabras son sólo un autoantídoto que me permita seguir. Hay quienes esperan por mí y no los defraudaré. Hay una razón poderosa para continuar el viaje, pese a la sed y a los que hemos visto caer a nuestro lado. Nada me hará desfallecer, me digo una vez más.
Porque hoy vamos al cine.
Es hora de arreglarse, asegurarse de tener las entradas en la billetera, un par de lucas para las golosinas y llegar con cierta anticipación. Sentir la emoción de los chicos en el hall de ingreso, como cuando tenía diez años y mi madre me llevaba al cine Huérfanos-que paradoja- Y aceptar que, como dice el personaje adorable de Luna Lovegood en un momento: “a veces la vida nos devuelve lo que hemos perdido, sólo que no de la manera que esperamos ”.Sentir de nuevo esas sensaciones inolvidables de aquellos momentos, como cuando en la noche de navidad esperábamos abrir los regalos. Esa noche que celebra el nacimiento del niño-maestro aquel, el que sobrevivió a la matanza ordenada por Herodes, como ese otro niño que aún late en una esquina de mi corazón y que ha sobrevivido-supongo-a los desastres del destino, a las casa desaparecidas, a los amores devastados, aunque a veces ni siquiera logro reconocerme en él, ese niño que fui alguna vez y que casi ni recuerdo. Pero hoy si… ahora está aquí, lo siento regocijado, cuando se apaga la luz en el cine, lo veo claramente en los ojos de mis hijos aquí a mi lado, lo veo en los ojos llorosos de mi madre, tratando de reconocerme cuando la visito. Lo he visto en la sonrisa de mi padre, que no me oye cuando le hablo, a quien no le importa mi música porque no la escucha, porque no escucha la canción de su sangre.
Y mientras pienso en todo ésto, escucho el diálogo de la película y que antes he leído en el libro y comprendo el sentido de esta tarde que se esfuma y que sobrevive al mismo tiempo. Es la voz de Lord Voldemort, gritándole a Harry con ira y envidia, mientras lo sostiene del cuello:
“ ¿ Porqué aún estás vivo, sangre sucia !!!!! ”
Y el chico, con orgullo y convicción y casi al borde de la muerte, le responde:
“ Porque todavía tengo una razón porqué vivir ”.
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