Primera página
Es grasa y está saturada
"Yo soy…" y "Mi nombre es": urgente una ley de rotulación para comida chatarra en TV.
Desde que Lagos –Sergio, no Ricardo– sobrevendiera con su entusiasmo característico el supuesto hito de una nueva era en la TV a propósito del show sobre unos perdedores profesionales denominados protagonistas de la fama en 2003, uno ya debiera estar acostumbrado a que cualquier cosa es posible en las mentes de los responsables de la tele en que vivimos. Un programa de gente con disfraces militares en un país donde ya hubo suficientes militares de verdad por años de cadena nacional: con ese solo ejemplo podría bastar. Pero no hay modo. Los creativos de esta industria logran superarse a sí mismos cada vez, y en 2010-2011 el pretexto ha vuelto a ser la música.
O lo que ellos llaman música. Y lo que ellos llaman "talento", sobre todo, en otra ofensiva de programas donde talento es tener el menos carácter propio posible. Para la mentalidad de un productor de TV, cantar bien es lo más parecido a ser Mariah Carey o algo así: gritar fuerte y vibrante, perfecto para emocionar al jurado y para poner el cartel de "aplausos", como si la única opción para ser cantante chileno fuera aspirar a astro afroamericano del R&B. Se llaman "Factor X" o "Talento chileno" y no están mal como experimento exitoso de alienación en masa. Pero aun mejores son la versioneshardcore. Se llaman "Yo soy…" o "Mi nombre es", y dirán que son programas de imitadores de cantantes famosos, pero es demasiado más que eso. Es un festival de todo el remedo del que se alimenta la TV.
Shakiro es sólo el comienzo. También está el remedo emocional de unos animadores que sobre-estimulan a los postulantes en camarines, el de unos "profesores" de canto que les hacen cursos para la cámara, el de unos "jueces" muy solemnes en el lugar de supuestos especialistas. Los jurados de todos estos shows tienen pergaminos como panelistas de programas de chimentos, como un ex bajista de Soda Stereo desempleado o, esto es mejor, como un ex mánager de Chayanne. No un "artista": un mánager. Y no un mánager: un ex mánager. Ese sí es retroceso, incluso para los estándares de la TV chilena, que hasta en la era Pinochet contrataba por último al hermano fracasado de los Bee Gees o a la hermana chica de Maripepa Nieto. Que todas estas sean franquicias es el cierre perfecto: es "The X factor", "Britain's got talent" o "American idol", pero en remedo nacional.
Acá el remedo les queda peor que la enfermedad, eso sí. Y eso sí es talento. Los mensajes llegan fuerte y claro. Si quieres cantar, la manera de salir en TV es dedicarte a ser el Camilo Sesto y la Britney Spears chilenos. Si eres José Alfredo Fuentes o Nicole, la manera de que te inviten al set de TV es ser jurado de estas cosas. Si eres el ex bajista de Soda Stereo, Chile es un país donde te pagan por hablar boludeces en televisión, y ni siquiera lo decimos acá, ya lo dijo tu compatriota Charly García hace quince años. Y se llamarán "Yo soy…" o "Mi nombre es", pero es justo lo contrario. Es no ser "yo" ni tener nombre propio: es ser otro. La industria de la farándula ha conseguido en primera instancia el siguiente efecto: invitar a los consumidores a sustituir su vida personal por las vidas personales de las celebridades. Esa lobotomía ahora es más específica, para anular el carácter de un cantante de modo de que se transforme en otro. Y mientras mejor el remedo, más van a aplaudir el Pollo Fuentes, Nicole y el ex manager de Chayanne.
El proyecto de rotulación de comida chatarra está copando la agenda noticiosa en estos días en Chile, a propósito de la necesidad de regular la venta de alimentos con altos índices de grasa y otros componentes poco saludables. No hay gran diferencia con la línea editorial de estos programas de TV: esto es grasa. Y están en todos los canales, a la misma hora y en el horario llamado "estelar": o sea es grasa saturada. Urgente que alguien los rotule también.
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