La vi una tarde de verano del 70 en el viejo cine de Los Andes y junto a la escena de la cacería de humanos por parte de los gorilas, casi al inicio de la película, que me aterrorizó, son instantáneas inolvidables que conservo. Cuando en ciertos viajes que aún hago a esa ciudad, a visitar a mi padre, en ocasiones me siento en la plaza y desde lejos, observo la fachada del cine, ahora convertido en templo religioso y aparecen en mi memoria los vestigios de aquellas tardes de cine inolvidables. Los western, tanto los clásicos americanos de los años 50 como los spaghetti, las cintas de acción, algunas de James Bond con Sean Connery, las comedias, especialmente “Cupido motorizado ” o “ El mundo se ha vuelto loco, loco ” y las primeras de Bruce Lee o “ Papillón ” con Steve McQueen.
Quisiera retroceder la moviola del tiempo y volver a sentir esa emoción, ahora inalcanzable, la del momento previo a la función, cuando sentado en el cine repleto, de pronto se apagaba la luz y el corazón parecía brincar. Ese murmullo del público que repletaba el recinto en una época de TV en blanco y negro en que asistir al cine era un evento familiar. Luego, regresar a nuestra casa de entonces, en el sector rural de Calle Larga, comentando con mis hermanos la película, para imaginariamente en mis juegos, simular las andanzas del héroe de aquella ficción hasta, exhausto, dormirme lentamente, viendo pasar las imágenes aún en mi mente, sin saber que, al despertar como en el sueño de Rip Van Wincle, habría envejecido sorpresivamente, dejando atrás para siempre, esos días de campo, escuela rural y viajes imaginarios.Y así llegó la juventud, en Santiago. Ir al cine Blanco Encalada o al Carrera, frente a Avenida República donde viví todos los años 70.O escaparse al Alessandri, a los programas triples eróticos de cine italiano en que películas como “ Malicia ” o
“ La profesora de lenguas ” fueron la fuente inagotable de otra clase de sueños distintos a los de la infancia, por supuesto. Edwige Fenech, Gloria Guida, fueron divas del género. Y luego el rock: “ Woodstock ”, “ La canción es la misma ”,
“ Tommy ” y por supuesto, la ópera rock más grande de todos los tiempos
de Tornatore. Creo que todos hemos vivido algún momento inolvidable en el cine,
una emoción, un romance, un ataque de risa, miedo o pena. Y gran parte de esa magia, se perdió con los viejos cines de barrio o los clásicos del centro que desparecieron. Porque las grandes cadenas actuales sólo replican el estándar de consumo masivo, prolijo, limpio, eficiente y demasiado igual. Como sin alma.
De las películas que recuerdo como especiales anoto aquí: “ Terremoto ” ( 1974 ) con un viejo Lorne Green ( el padre de los Cartwright en la serie “ Bonanza ”) y una Ava Gardner al borde del retiro, madura y muy guapa aún. El suceso del estreno en Chile se debió a que la proyección incluía un sistema de parlantes exclusivo llamado Sensorround y las butacas habían sido modificadas con rieles debajo que se movían y producían la sensación de un sismo real. La vi en el cine Lido. “ Fantasía ” ( Disney, 1940 ) la vi en el Blanco Encalada, inolvidable la escena de Mickey, hechicero, dirigiendo las fuerzas de la naturaleza con una música extraordinaria. “ El regreso de 

La escena hilarante de Seller haciéndose pasar por gásfiter para entrar a una casa, todavía me hace reir. “ King-Kong ” ( 1976 ) con Jessica Lange, joven y bella y Jeff Bridges, la vi en el Rex. A propósito de Bridges, que protagonizara la película de culto de 1998 “ El Gran Lebowski ”también actúa en una de mis favoritas, de las últimas que alcancé a ver en aquellos cines gloriosos, creo que en el Central: “ Los Fabulosos Baker Boys ”la historia de dos hermanos pianistas en el fracaso, que deciden incluir a una cantante en su show para levantar sus carreras y contratan a Susie Diamond ( Michelle Pfeiffer ).La escena de año nuevo en el hotel después del show, es una de las más románticas que se ha visto. Con música del gran Dave Grusin. En fin…son tantas y tantas emociones vividas y en compañía de alguien especial, porque uno no va al cine con cualquiera ¿ no ?, es parte del rito, la compañía que se escoge para ese momento. Y cuando volvemos a ver alguna de esas películas, no podemos dejar de recordar a quien estuvo allí con nosotros, en ocasiones, esa persona ya no está y su recuerdo sobrevive en las imágenes. Algo parecido ocurre con los viejos cines desparecidos. A veces, me echo a caminar por la city, para estar solo y pensar, dejarme ir sin rumbo previo. Y a veces me topo con alguno de esos cines gloriosos, paquidermos heridos por el progreso, detrás de la modernidad está su huella intacta y creo, por un segundo, haber sentido su respiración entrecortada, entonces escucho risas de niños, una exclamación del público, una carcajada estruendosa, entonces escucho el silencio de una escena indescriptible, entonces creo ver de nuevo todas las películas que ya vi cruzar por mis ojos como si fuera la primera vez y vuelvo a sentirme vivo, vuelvo a nacer como en la escena final de “ Odisea del espacio 

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