Es el ocaso del sol naciente
Entre la penumbra y el silencio del sepulcro atómico
Los ojos de la niña detenidos en el horizonte
Como una Madame Butterfly de hielo
Contemplan la derrota de lo humano
Rodeada de flores quebradas y abismales
Murmura una oración incomprensible
La niña se esconde en la milenaria edad del dolor
Una lágrima de sangre la nombra
Mientras atrás la ciudad se yergue
Como un monstruo vengativo y funeral
Que devora los destellos del amor
Y las enseñanzas del haikú
Que se rasgan como pétalos heridos
En esta noche interminable de lunas y soles voraces
Pienso, entonces, en los días futuros
En la humanidad afiebrada de presagios y pavores
Profecías innombrables
De destino y cataclismo y redención
Pienso, entonces, en otra niña acá a mi lado
Acurrucada, observando
Las imágenes del luto universal
Que la pantalla nos transmite
En el silencio del hogar
Y ruego que no la alcance
Ni a ella ni a mis semejantes
el frío viento samurai
Que arrasa almas y bondades
Y que el nombre de Dios
Esa desconocida luz que balbuceamos
nos proteja del horror
en la hora del comienzo
Y del final
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